- TÍTULO: Malditos Bastardos, Inglorious Basterds.
- DIRECTOR: Quentin Tarantino.
- GUIÓN: Quentin Tarantino.
- REPARTO: Brad Pitt, Diane Kruger, Mélanie Laurent, Daniel Brühl, Eli Roth, Samm Levine, Mike Myers, Samuel L. Jackson, Maggie Cheung, Christoph Waltz.
- PAÍS DE PROCEDENCIA: EEUU.
- AÑO: 2009.
SINOPSIS
Diferentes personas en diferentes situaciones quieren matar y matan nazis manteniendo entre ellos el ser judíos como único rasgo común.
EL HOMENAJE, LA MISCELÁNEA TARANTINO
Cuando uno se sienta frente a una pantalla siempre espera encontrar algo. Unas veces lo encuentra, otras veces no. Podríamos decir que cuando te sientas a ver Inglorious Basterds sabes que vas a encontrar a Tarantino. De hecho lo andas buscando, aunque no sabes muy bien ni quién es ni qué va a querer decirte esta vez. Podríamos considerar que siempre mantiene la constante de sorprender con su gran habilidad para inspirarse en muchas fuentes que juntas pueden resultar extrañamente atractivas. La película sería como una rotunda afirmación sobre los valores que ha representado el cine de Tarantino, lo cual no deja de ser engañoso, porque uno puede sentirse decepcionado al encontrarse justo lo que andaba buscando en el lugar donde no esperaba cruzarse con él. A mí personalmente me ha encantado.
El director estadounidense es, sin duda alguna, un cinéfilo empedernido. Las escenas de la película parecen una mezcla manufacturada de todas aquellas películas que siempre nos han rodeado. Todo suena, todo parece conocido. De hecho, diría que son intrincadas aleaciones entre materiales extraídos de su amplio bagaje cinematográfico. Evidentemente, todas aquellas aportaciones, referencias al cine bélico universal, están mezcladas con los elementos propios del consagrado creador con la gracia, la espontaneidad y la locura que sólo pueden pertenecer a Tarantino- recordemos la excéntrica presentación de Hugo Stiglitz-. El producto es un verdadero homenaje- al que podríamos añadir un cierto guiño burlón constante- al cine, a la forma de hacer con él historia, de entenderlo. La historia de una realidad ficticia que convierte a la referencia de la Segunda Guerra Mundial en una excusa completamente prescindible.
MALDITOS BASTARDOS, LA VIOLENCIA Y EL DIÁLOGO
Son judíos, son soldados, están cabreados y quieren vengarse. Son el McCuffin, la justicia por contrapartida al genocidio que llevan a cabo los nazis. La película va de cómo matan o intentan matar a los soldados o partidarios del régimen con la misma crueldad con la que ellos se han ensañado sobre los judíos. Matan, matan, matan. No paran de matar y no quedan saciados. Incluso parece cómico si lo ves desde ese punto de vista. Hasta la mujer que lleva el cine se frota las manos- o, para ser concretos, se descojona literalmente- cuando piensa en acabar con ellos. Son los malditos bastardos, o los judíos que aparecen en el film en general- quienes ponen el toque de acción, la celeridad de los acontecimientos, la causa y la consecuencia de la misma.
Por otro lado está el aspecto más retórico de Tarantino. No podían faltar las largas conversaciones, las largas pero ilustrativas divagaciones que siempre adornan los largometrajes del estadounidense. En este caso están protagonizadas por los alemanes. Los judíos no necesitan hablar, actúan, se cansan de la actitud alegre, mordaz, siempre atenta de los nazis, en parte porque tampoco les conviene ni les interesa. A través de ellas, el director traza la incertidumbre, el suspense junto a la sospecha, así como muchas de sus reflexiones personales acerca de las justificaciones de la barbarie o el pensamiento nazi-fascista.
Finalmente, la combinación no es una resultante de unos diálogos edulcorados con derramamientos de sangre eventual, sino una composición de lo más artística en la clave de la miscelánea de la que antes ya hemos hablado. Es un cinéfilo con puntos fuertes, al fin y al cabo; y éstos son, claramente definidos en el film, el diálogo reflexivo y la violencia sin tapujos de elegancia.
El desconocido conocimiento
No es realidad, no es nada parecido al cine documental ni mucho menos, y sin embargo, Inglorious Basterds no deja de ser la resultante de un profundo conocimiento de la época y las costumbres. Impresiona el detalle con el que plasma Tarantino la percepción y el engaño de los acentos, los gestos, los rangos, las relaciones de jerarquía en torno a la voluntad del Führer, los usos administrativos personificados por Hans Landa...
UN REPARTO DE LUJO
Tarantino ha realizado uno de los esfuerzos internacionales más hercúleos y loables de la historia del cine. Ha escogido cada actor según la nacionalidad, lo cual no es más que una parte de su gran esfuerzo. Su gran habilidad para elegir intérpretes se hace evidente una vez más. Brad Pitt es un prepotente militar sin miedos ni dudas; sabe lo que quiere hacer y lo hace, de maravilla por cierto. Cada actor encaja a la perfección con su papel. Los gestos, las formas en que se desenvuelven con el diálogo parecen hechos directamente para ellos. No podía dejar de fijarme en este pequeño gran detalle, ya que, cuando miras a Hans Landa a manos de un impecable Cristoph Waltz (quien merece más que una meción especial) es él mismo quien sonríe, quien no para de hablar y engaña con su aparente sonrisa de un hombre que sabe perfectamente lo que se lleva entre manos, a quien se le hincha la vena de la sien cuando se ha llegado por fin al momento de la verdad. Y es que el momento de la verdad llega para todos, hasta para él mismo.
Resulta curioso que el objeto del casting sea éste y haga falta citarlo excepcionalmente cuando se produce la excepción en la que todo el mundo está en su sitio y nadie tiene por qué estar en otro lugar. Un hurra por Tarantino.