martes, 3 de febrero de 2009

El Guardián entre el Centeno

FICHA TÉCNICA
TÍTULO: El Guardián entre el Centeno (The Catcher in the Rye).
AUTOR: Jerome David Salinger.
GÉNERO: Novela. PAÍS DE PROCEDENCIA: EEUU.
AÑO DE EDICIÓN: 1951.
TRADUCTOR: Carmen Criado.

"Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield". Es la forma, el método, el desarrollo de todo lo que se nos ha dado. Eso nos hace nosotros mismos con todas sus consecuencias. Todo ese mundo de posibilidades, de soledad e inestabilidad se descubre a la vez que Holden Caulfield. Aparece hablando mal de un mito de la literatura, rompiendo modelos. ¿Por qué? Mientras te alejas de casa y notas que todo eso que llamabas hogar no lo es tanto y que estás asustado y que estás confuso. Mientras descubres las cosas que te gustaría ser, que detestas y que nunca has sido. Ése es el momento en el que uno es adolescente. Se metió en su piel Salinger. Fue él. Un exsoldado que participó en el desembarco de Normandía volvió a ser un niño conflictivo que no sabía lo que quería. Porque había aprendido a hacerse al miedo, a vivir del miedo, ser el miedo y no tener nunca más miedo de nada. Demasiado para alguien que hace poco que ha llegado donde está.

El Guardián entre el Centeno habla de cómo un niño vaga irremediablemente en el trascurso de sus días de un lado para otro. La soledad es el toque principal de la novela en la que nace, crece y se desarrolla. Constantemente cruzan personas en ese camino desolado del pelo canoso del joven teenager. Aparecen y desaparecen y nada cambia. Como si en realidad nadie hubiera estado allí. Stradlater, Ackley, Sally, Faith.“Si seguía clavado al suelo era por ver si me entraba una sensación de despedida… Lo que quiero decir es que me he ido de un montón de sitios sin darme cuenta siquiera de que me marchaba”. Pero incluso a la hora de darse cuenta, Holden sabe que habla para sus sentimientos a pesar de hacerlo en plural, lo que te convierte en un solitario al otro lado de las páginas, que reconozcas la apesumbrada existencia de él y entres en sus brazos y sus piernas. Todo lo que él hace parece justificarse solo y si comienza dando un poco de lástima e indiferencia, acaba transmitiendo la misma sensación sobre uno. Quizá fue eso lo que llegó a transmitir la comprensión a Mark David Chapman, conocido por asesinar a John Lennon en 1980; a John Hinckley Jr, que intentó asesinar a Ronald Reagan en 1981; o a Robert John Bardo, asesino de Rebecca Schaeffer.

"Soy el mentiroso más fantástico que puedan imaginarse. Es terrible. Si voy camino del quiosco a comprar una revista y alguien me pregunta que adonde voy, soy capaz de decirle que voy a la ópera. Es una cosa seria." La soledad y la lucha desganada de Caulfield es la de un joven que se cree también capaz de cambiar las cosas. Esos ¡jo!, esos "es verdad. Palabra", es en esencia la juventud de tantos niños encerrados en ciudades que se deshacen de ellos tan pronto y los expulsan a un mundo ajeno e indiferente. También es un lenguaje que denota confrontación con el mundo, de fastidio e impotencia desarrollada a una edad quizá demasiado temprana. Que lo enfrenta al mundo. Todo le parece mal, todo lo odia o incluso de repente le encanta. Es una especie de pequeño neurótico al que no le han enseñado a poder controlar sus sentimientos. Al no poderlos controlar internamente tampoco sabe evitar la exteriorización de esa especie de viento de destrucción que en realidad no es tal. Por eso Sally se asusta cuando le escucha hablar de marcharse juntos de la ciudad. Porque no es algo que la gente pueda esperar de un pequeño como Holden, de alguien normal. Esa juventud que quiere ser adulta, que quiere tratar de la sexualidad como si estuviese en edad y contrata los servicios de la prostituta Sunny para acobardarse en el momento de usarse de ellos.
Asusta la gran habilidad de Salinger para desarrollar una personalidad tan realista, tan profunda dentro de la superficialidad disgustada y desencantada que representa.

Y es que se trata de un personaje tan irracional como la vida misma. "Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo." Cómo puede querer marcharse a viajar por el mundo, a construirse una casa en ningún lugar si tan sólo quiere algo tan sencillo como impedir que los niños caigan al precipicio. Nada necesita de razonamiento para él. Con quererlo ya basta y es más que suficiente. Con quererlo durante un segundo por encima de todas las demás cosas.

"Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te
parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura." Sabe que es una locura. Pero lo quiere hacer de todos modos. No le importa que algo sea una locura porque no sabe lo que implica. Está solo, es joven, tiene a mucha gente y a la vez a nadie en quien confiar, toda una vida por delante y demasiada prisa para estar en ella cada segundo de sus días. No creo que haga falta decir lo que representa cada personaje en este libro, porque realmente, y es lo que hace única esta novela, importa un pimiento.


"No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo." Quizá éste sea el arrepentimiento de quien se lastima de no haber llegado donde pretendía con los recursos que creía que necesitaba. Por otro lado, parece que tenía la necesidad de recordarse a sí mismo en unas situaciones tan tremendamente dantescas que, a sí mismo y desde la distancia, también impresionan y emocionan al volverlas a vivir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He de leer este libro. Soy un vago, y un inculto.

A ver si voy a ser yo un guardián entre el centeno, pues me paso el tiempo intentando evitar que nadie caiga a un precipicio.

De niño incluso utilizaba ese ejemplo para explicar mi afán protector.

Sólo ahora, a partir de hace poco tiempo, he descubierto que nadie cae a ningún precipicio. Nadie, salvo, tal vez, yo.

Meditaré. Me ha gustado leerte, como siempre. Un abrazo.

Alanthos dijo...

Maldita sea... últimamente me estoy dando cuenta de lo %&/$/& absorbentes que son mis estudios y demás paparruchas de la vida sedentaria integrada. En fin.

Buen comentario, como de costumbre. Nos estás dejando en mal lugar a todos... aunque, bueno, es culpa nuestra. ^^

Habrá que leerlo. Otra vez. :P