sábado, 29 de noviembre de 2008

Conjura en Madrid


Título:Conjura en Madrid.
Autor: José Calvo Poyato.
Año: 2003.
Plaza edición: BARCELONA
Colección: BEST SELLER DEBOLSILLO.
ISBN: 9788497930550


-La obra.

Hacía tiempo que no leía una novela histórica, va en contra de mis principios, sobretodo si uno de los personajes es Felipe V, primer monarca Borbón, pero como se suele decir: un enemigo es más fácil de derrotar si has tenido la paciencia de conocerlo.

Al margen de esta paranoia personal fuera de tiempo y de lugar, nos encontramos a principios del siglo XVIII, con un país mermado por la guerra de Sucesión, reconocida como una auténtica guerra mundial por algunos historiadores, aunque se tratara de una guerra continental. En este contexto, el recién llegado al trono como nuevo rey de España, nieto de Luís XIV, se encuentra con la retirada de las tropas francesas que apoyaban la causa del ejército real contra el archiduque Carlos de Austria y la angustia de una guerra con grandes aspiraciones a la derrota.

Se viven momentos realmente intrigantes y de descontrol narrados muy detalladamente por parte del autor, como una presentación de la débil personalidad de los monarcas y de una corte acostumbrada a reaccionar a destiempo, cuyo mayor problema no es solo el mantenimiento de una causa imposible, sino también una conjura de altos vuelos capaz de sacudir los cimientos de la monarquía hispánica, que pondrá de manifiesto la debilidad de la embrionaria dinastía.

Es precisamente la conjura el que elemento básico de la obra, el hilo conductor que entremezcla todos los capítulos que se desarrollan como historias paralelas y protagonizados por personajes aislados, en cada una de ellas, que finalmente acabaran por juntarse.

Este es el caso del conde de Cantillana, experimentado coronel que conoció la agonía de los tercios españoles destacados en Flandes bajo la bandera del “Hechizado” y que, al principio de la novela, se encuentra combatiendo contra los austracistas en el frente de Cataluña, donde recibirá un mensaje que le hará emprender un viaje hasta Madrid; viaje que será narrado por el autor exhaustivamente.

Otro personaje preponderante, es la princesa de Ursinos, camarera mayor de su majestad la reina Luisa Gabriela de Saboya, que tendrá un papel fundamental dentro de esta historia de ritmo intrépido, presentándose como el principal apoyo de la soberana.

Como he mencionado antes, cada uno de los capítulos es una historia aislada de una serie de personajes que acabaran por mezclarse, una estructura que mantendrá la intriga casi hasta el final, un final, que a fin de cuentas, resulta esperado.

Quizás fue lo que me decepcionó junto con la omisión de ciertas acciones contra los conjurados, que aunque no resultan imprescindibles, habrían hecho de esta novela una de las mejores y pocas que me he atrevido a leer.

-El autor, José Calvo Poyato.

Doctor en Historia, es autor de 28 libros y de un centenar de artículos dedicados fundamentalmente al estudio del tránsito del siglo XVII al XVIII, en la monarquía hispánica. Entre sus libros están 'La Guerra de Sucesión en Andalucía', 'De los Austrias a los Borbones', 'Felipe IV y el ocaso de un imperio', y 'Carlos II el hechizado y su época'

viernes, 28 de noviembre de 2008

Grandes Esperanzas




DEL PRODUCTO:

TÍTULO: Grandes Esperanzas.
EN EL IDIOMA ORIGINAL: Great Expectations.
AUTOR: Charles Dickens.
FECHAS
DE LA PRIMERA PUBLICACIÓN: de 1860 a 1861, en fascículos coleccionables; en 1861, tres tomos definitivos
DE LA EDICIÓN DE LA COLECCIÓN ACTUAL: 1998.
EDITORIAL: Primero Chapman & Hall, hoy en día Penguin, colección Penguin Classics.
TRADUCCIÓN: Ninguna (leído en Inglés).
NÚMERO DE PÁGINAS: 443.

ZOOM:
GÉNERO: Novela.
ESTILO:Memorias en primera persona.
TEMÁTICA

GENERAL: Miseria, injusticia, personalidad, arribismo, clases sociales, maltrato, infancia, juventud, prejuicios, Inglaterra victoriana, obsesiones, crítica social.
CONCRETA: Orfandad, ley y justicia en la Inglaterra victoriana, agradecimiento, prisiones, abogacía en la Inglaterra victoriana, amistad entre clases, honestidad y deseos, ilusiones, desengaños, dinero en la Inglaterra victoriana, venganzas, sensibilidad, comercio en la Inglaterra Victoriana.
CORRIENTE E INFLUENCIAS:
Realismo inglés, romanticismo.


DEL AUTOR. No creo que no sepáis nada de Charles Dickens, ¿verdad? Si no lo sabéis, salid de la cueva en la que habéis metido vuestros gustos literarios toda vuestra vida e investigad un poco. Aquí, un breve resumencito al respecto.

Charles John Huffam Dickens nació el 7 de febrero de 1812 en Porstmouth, Inglaterra, murió el 9 de junio de 1870 en su casa de Higham (Gad's Hill), en Kent, también Inglaterra, y, entre fecha y fecha, hizo cosas realmente interesantes. Por ejemplo, trabajó en un almacén de betún para ayudar a pagar las deudas de la familia cuando era un niño, trabajó en un despacho de abogados en un puesto de baja jerarquía algún tiempo después, se dedicó a escribir las sentencias del juzgado a los diecisiete años, se convirtió en periodista político en el Morning Chronicle y, eventualmente, empezó a escribir por fascículos publicados en periódicos bajo el pseudónimo de Boz, con cierto éxito. Con el tiempo, escribiría una serie muy notable de novelas y actos teatrales que se publicarían durante toda su vida y hasta hoy.

Su conocimiento de la sociedad en la que vivía y de la conducta de cuantos trataba le fueron dando un cierto prestigio como periodista, pero él se centraría más en su faceta como escritor, con un incuestionable éxito. Casado con la hija del editor del Evening Chronicle, Catherine Thompson Hogart, tuvo diez hijos; desde sus residencias en Bloomsbury y Gad's Hill, escribió durante toda su vida, tuvo amistades con actrices y personalidades, siguió publicando en periódicos, tuvo un cuervo como mascota y, diez años después de su separación, salió incólume de un accidente de tren que cercenó su carrera literaria, que casi frenó en seco tras escribir su última obra conclusa, Our Mutual Friend, y terminó con su salud. A los cincuenta y ocho años (cinco años después del accidente que, a todas vistas, le había causado un daño más profundo del meramente físico) murió en Gad's Hill.

En el Rincón de los Poetas de la Abadía de Westminster, donde algunos de los personajes más importantes de la historia inglesa descansan y son recordados, la lápida de Charles Dickens dice: "He was a sympathiser to the poor, the suffering, and the oppressed; and by his death, one of England's greatest writers is lost to the world." ("Era un amigo de los pobres, los que sufren y los oprimidos; y, a causa de su muerte, uno de los mejores escritores de Inglaterra se ha perdido para este mundo.") Sólo existe una estatua del autor, en el Parque Clark de Philadelphia (Pensilvania, EEUU), puesto que el autor pidió que no se levantara monumento alguno en su honor. Son dos detalles que explican bien la vida de este escritor, conocido por su prosa florida y maravillosamente culta, casi poética... que, en mi opinión, nunca morirá. Ya es más que un clásico, es uno de los hitos de la historia literaria de nuestra era.


DEL PRODUCTO. Great Expectations es un libro de Dickens. Dicho esto, podemos esperarnos muchas cosas: un niño, mucha injusticia, el incoherente mundo inglés del siglo diecinueve, la terrible pobreza, la suciedad y brillantez de Londres, la capital del mundo, el maltrato, los golpes de suerte fortuitos... la literatura de Dickens se mueve en historias con leit motivs claves y algo zumbones que, sin embargo, dan a la obra un sello incuestionable. Está escrito (no es una novedad) en forma de autobiografía (y, de hecho, contiene ciertos elementos autobiográficos, como tantas otras cosas, del autor); en ocasiones, es tan fácil sentirse identificado con el torturado protagonista que te deprime, el librito de marras. En fin. Gajes de leer la obra de un genio como Charles.

En el libro, que versa sobre el mundo que padece y sufre el pequeño Philip Pirrip desde su tierna infancia, en compañía de una hermana tiránica y su noble y cariñoso marido, Joe Gargery, hasta su temprana madurez, mediada por momentos de extrema miseria, moral y económica, y por súbitos golpes de suerte. Obsesión casi infantil por una bellísima dama, pena por lo dejado atrás en la forja de Joe, su protector, autocompasión por su escasa satisfacción con el mundo que le ha tocado vivir (en momentos de victoria y de derrota), todo ello con la extraña historia de un protector que prefiere permanecer oculto a toda costa. Convictos, abogados, Londres, un herrero, un secretario con lo que, a todas vistas, es una doble personalidad, una tétrica anciana que odia a los hombres, una oscura historia que conecta crímenes de sangre, secretos profesionales, fortunas personales y varias sofisticadas familias inglesas que no se llevan muy bien. Great Expectations contrapone los logros y las luchas de varios protagonistas en su búsqueda de una superior posición social o de un mayor dominio de la situación en la que se encuentran frente a los que se sienten satisfechos con lo que tienen; en ese sentido, es una historia de superación o de arribismo social frente al conformismo o el mundo cotidiano y feliz de quienes viven al día. La comparación entre su amigo Joe, y Jaggers, el abogado, podría representar un punto de partida y una meta para el joven Philip Pirrip, nuestro protagonista, quien, a raíz de un enfermizo amor por una mujer inalcanzable, decide convertirse en un caballero a toda costa, aún teniendo que abandonar al herrero que desea adiestrarle como aprendiz, Joe, y a su amiga del alma, Biddy Wopsle.

A lo largo de toda la historia, Pip busca (infeliz, miserable, triste, pero decidido) una forma de alcanzar ese deseado estatus social que le permita mejorar su posición. Por no entrar más en detalles, el chico parte de un lamentable encontronazo con un preso huído de una de las "cárceles flotantes" (los pecios) que parten hacia Nueva Gales del Sur, la colonia penal más grande de todos los tiempos (hoy conocida como Australia), y va pasado por eventos puntuales que desembocan en su transformación, durante la que no deja de reconcomer su conciencia el hecho de que desprecia lo que es Joe, la persona más amable y dulce, virtuosa y sencilla, de todas las que conoce. Tarde, pero al menos no demasiado tarde, se dará cuenta de lo que Joe es para él; lo más parecido a un padre o un hermano que tendrá jamás, áun a pesar de sus escasas luces y su timidez.

Ese equilibrio entre ambición y nostalgia es una de las grandes batallas de la historia; hay otras tramas, pero son menos emocionales, y no se ven venir a lo largo de la historia, con lo que no las contaré.


VEREDICTO. Sobresaliente obra de la literatura inglesa. Suave y sutil en sus comienzos, algo brusca en sus momentos álgidos; lenta durante su desarrollo, pero muy correcta durante las diferentes etapas de ese desarrollo, a pesar de su lentitud. Un problema clave: el final es mejorable; el mismo autor lo cambió en su versión final, pero ninguno de los dos me gusta, si es que he de dar mi opinión, además de que, en ciertos momentos, Dickens puede ser deprimente. Un punto fuerte clave: la trama es consistente, pero a un tiempo etérea; si fuera una novela policíaca, no del estilo gótico romántico que escribía Charles Dickens, habría suspense. Resumen: tras leer Grandes Esperanzas, he decidido que no quiero vivir en el siglo diecinueve inglés, pero también tengo claro que las personas que, según el insigne autor, vivían en ese Londres destartalado, son absolutamente notables. Leedlo. Pero sólo si tenéis tiempo y gusto por la literatura de hoy y de siempre.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Harold y Maude

La verdad, la igualdad y la belleza quizá ya no sean las aspiraciones máximas de quien ha rebasado y ya ha pasado por el estado de lo natural.
Son estos criterios, quizá extravagantes o quizá el producto de una mente lúcida, ardiente de deseo y pasión dentro de los recovecos de su alma desgarrada, utópica y absurda; los productores de la realidad más allá de la normalidad atrayente al cúmulo de lógicas irrefutables y, a mi juicio, tan determinantes de tantas vidas y- por la misma razón- de tantas producciónes cinematográficas.
Empezemos pues.

Pero antes, dejémonos guiar en la reminiscencia del hedor que ha dejado estos posos por doquier. De este creador llamado Hal Ashby, en el contexto del conjunto de componentes de los del Nuevo Hollywood. Un director que murió el mismo año que me vio nacer, 1.988, con un cáncer pancreático cada vez más extendido a causa de su falta de cariño propio. Yo les llevaré hasta lo más hondo que sea capaz dentro de esta historia. Y como no es una historia común... tampoco lo ha de ser su reflejo.

Harold y Maude es una historia de amor por encima de todo. Puede que me sienta aburrido por este tipo de afirmaciones. El caso es que es el amor el que da sentido a todo el cúmulo de acciones sorprendentemente impredecibles que se prolongan a lo largo de toda la película. Y sin embargo es un amor tan atípico. Tan poco pasional. Un niño adolescente y una vieja de ochenta años que se dan un beso en unos labios tan extraños para sí. No les importa el mundo a su alrededor, y es que de hecho importa bien poco en la obra- como se percibe en el modo de conducir por la carretera de Maude y de Harold- o tanto como le debía de importar a Ashby; un estadounidense de familia mormón que tuvo que sufrir la separación de sus padres y el suicidio del mismo padre y su expulsión posterior del instituto.
Harold es un chico rico que parece vivir de lo que cae de los árboles, la apariencia aristocrática de su hogar y los gastos que puede permitirse siempre, así lo demuestran. Al principio quizá parece un snob enloquecido, a causa de la sobreprotección y exceso de abundancia que está a su disposición. Las conversaciones con la única mujer que se atrevería a saludar a un ser tan oscuro- enamorado de la muerte- como éste, quizá abren sus ojos.

Y es que Maude, quien parece no escuchar nunca porque está constantemente hablando, invita a la vida, al disfrute del segundo y a abrir tu corazón al mundo sin decirlo con palabras siquiera. Es curioso que una viejecita pueda parecer tan asombrosamente jovial y arranque poco a poco del semblante de un introvertido muchacho- como se aprecia en el cambio del rostro del tímido protagonista- una sonrisa o desafinados acordes de banjo.
"Hay mil formas de vivir. Tú sabes que las hay." Una traducción mía del canto de Cat Stevens "there's a million things to be. You know that there are". La música, de la mano del cantautor antes nombrado, coge la mano a la historia y le da forma y color. El color de un girasol, de una margarita. Encuadra la existencia y no la convierte en insignificante al acabar en una tragédie predecible durante todo el tiempo, pero falta a los ojos y a la temporalidad, donde los días y las noches parecen cosas que no importan a nadie o no existen. De hecho, cuando tengáis la oportunidad de ver esta obra; por favor, contad los días y las noches.

¿Y qué hay de aquellos a los que no importa el amor, ajenos a tal prodigio? Hal consigue provocarnos arcadas ante aquellos que sienten indiferencia o repudio hacia la unión y nos pone de su parte. Parece tan evidente la claridad de sus motivos, la justicia de tan deseada unión. Los ejemplos serían un cura, que con su cara de poseso frenético manifiesta sus deseos de vomitar; el tío de Harold, héroe militar, que saluda a la bandera como puede porque no tiene el brazo derecho, belicista y reflejo crítico del patriotismo viejo y fuera de tiempo. Aunque no me atrevería a decir que lo que se propone el director es afirmar que lo que no entiende nadie guarda algo en su interior. Sería demasiado vulgar para la irreflenable paradoja de la lógica del amor.
Así que os recomiendo esta película, que parece no ocurrir en la tierra y que habla de la vida misma de los que la poblamos.
MICROFICHA:
DIRECTOR: Hal Ashby.
MÚSICA: Cat Stevens.
IDIOMA ORIGINAL: Inglés (americano).
GUIÓN: Colin Higgins.
FECHA DE PRESENTACIÓN: 20 de diciembre de 1971 (en Estados Unidos).
DURACIÓN: 91 minutos.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Hacedor de Estrellas

DEL PRODUCTO:

TÍTULO: Hacedor de Estrellas
EN EL IDIOMA ORIGINAL: Star Maker
AUTOR: Olaf STAPLEDON (Inglaterra)
FECHAS
DE LA PRIMERA PUBLICACIÓN: septiembre de 1937
DE LA PRIMERA EDICIÓN DE LA COLECCIÓN ACTUAL: 2008 (Barcelona)
EDITORIAL: Clásicos Minotauro
TRADUCCIÓN: Gregorio Lemos
NÚMERO DE PÁGINAS: 293 (con apéndices e índice)
PRÓLOGO: Jorge Luis Borges (a partir de la edición de 1965).


ZOOM:

GÉNERO: Ciencia Ficción, Fantasía, Filosofía
ESTILO: Narración en primera persona, onírico
TEMÁTICA
GENERAL: Cosmología, cosmogonía, divinidad, ¿transhumanismo?, inteligencias alienígenas, civilizaciones alienígenas, biología alienígena, evolución psicológica, especulación cósmica (e "hipercósmica"), telepatía, espiritualidad...
CONCRETA: Megaestructuras, "viaje astral", contacto alienígena, telepatía, astronomía, sociedades más allá del Nivel T3 en la escala Kardashev, simbiosis, pensamiento alienígena, evolucionismo social, eugenesia...
CORRIENTE E INFLUENCIAS: Las del propio autor, aunque muchos escritores posteriores (desde Sir Arthur C. Clarke hasta Doris Lessing, pasando por H.G. Wells) afirmarán haberse visto fuertemente influenciados por este mismo libro y otros del autor.




DEL AUTOR:

Olaf Stapledon fue un inglés que, tras estudiar Historia Moderna en Oxford, enseñar en Manchester como profesor de la Grammar School y trabajar en las oficinas de correo de Liverpool y Port Said, sirvió en el Ejército Inglés durante la Primera Guerra Mundial (como conductor de ambulancias en Francia y Bélgica). Se casó, obtuvo un doctorado en filosofía y escribió un tratado titulado "Modern Theory of Ethics" (posiblemente aburridísimo para nosotros, puesto que ni siquiera esta al día). Y, un buen día, empezó a escribir ficción.

Casi todas sus obras tienen el mismo espíritu relativamente presente siempre en la trama y el fondo de las novelas de Stapledon; según Wikipedia, y cito: "A lo largo de su vida, trabajó con otros estilos literarios [aparte de las novelas], escribiendo diversos libros sobre temas políticos y éticos, en los cuales abogó por el crecimiento de los "valores espirituales", que definió como los valores expresivos de un anhelo por un estado de mayor conciencia en cada individuo, dentro de un contexto más amplio (la personalidad de una comunidad)", valoración que comparto plenamente, porque también las novelas de este hombre tienen como centro el crecimiento espiritual. Curiosamente, no dice nada positivo de las religiones (él se declaraba agnóstico, de hecho), sólo del hecho y acto de cultivar la propia identidad y el espíritu "mortal" (del individuo) e "inmortal" (de la comunidad) para desarrollar un mayor entendimiento, un disfrute más intenso y una vivencia más completa y extensa del yo.

Es muy conocido y respetado entre muchos autores de la ciencia ficción de la Edad de Oro (Clarke es uno de ellos), aunque no es un escritor realmente científico, ya que la profundidad técnica de sus obras es algo pobre, sino filosófico y social. Su mayor baza como escritor (y todo el mundo se lo reconoce sin reservas) es su extraordinaria imaginación, que alcanza su culmen en esta novela; hablaremos luego de esto. Simplemente, digamos que es el creador pionero de varios conceptos de la ciencia ficción que nadie había mencionado antes, como las megaestructuras estelares que, con el tiempo, serían llamadas Esferas Dyson.

Especialmente importante es su implicación en el mundo que le rodeaba; especialmente sensible ante las depredaciones de la Alemania nazi (cuya caída llegó a vivir), imprimió un carácter levemente maniqueísta en su obra, en la que abogaba por dos facciones que se enfrentaban siempre, en todos los campos de batalla, y en los que la lucha entre "democracias armónicas" y "tiranos fanáticos" tienen una huella terriblemente similar a la que deja la Segunda Guerra Mundial. Con un claro Nosotros y Ellos, el autor pierde por el camino la posibilidad de una multiplicidad de bandos, pero eso queda para el lector y el filósofo, pues resulta atractivo pensar en un universo polarizado (y creer, ingenuamente, en la posibilidad de que estás en el lado adecuado) y tiene que simplificar muchísimo las cosas el tener claro que hay cosas que están Bien y cosas que están Mal, respectivamente.

En todo caso, es lícito darle un cierto margen al autor. Para mi gusto, es muy bueno en lo que hace, y lo sabe hacer bien. Me refiero a escribir ciencia ficción, claro...



DEL LIBRO:

Hacedor de Estrellas puede ser un título ominoso, e incluso excesivo, para aquel que no haya leído nada de Stapledon. Yo no le había leído ni una sóla vez, en toda mi vida. Ahora, sé que es uno de los mejores escritores de ciencia ficción de todos los tiempos (según Wikipedia, varios escritores de primerísima línea...) y un literato que no pasaría de lo "mediocre" de no ser porque disfruto leyendo lo que escribe.

Hay una sincera problemática, que él mismo reconoce sin dificultades en su "prefacio", y es que reconoce, y vuelvo a citar, que: "De acuerdo con las normas de la novela tradicional, es un libro notablemente malo. En verdad, no es ni siquiera es una novela." Sincero.

Es verdad que es un libro escrito con una gracia bastante relativa. No es que sea un espeso tratado-mantequilla de filosofía o un duro ladrillo científico, es más bien algo intermedio y mezclado con una imaginación orientada a lo mesiánico, pero con una serie de puntos positivos que le dan una gran vitalidad, una lectura agradable (aunque no ligera) y que se deja disfrutar y paladear.

Tiene defectos, no obstante, y defectos graves. El narrador, un sencillo y anónimo hombre inglés que se ve envuelto bruscamente (e imprevistamente) en una forma de viaje telepático que le saca de su pueblecito sin nombre, tiene la desagradable manía de repetir algunos mensajes de manera constante. Por ejemplo, reconoce varias veces que todo lo que ha experimentado durante su viaje era tan manifiestamente superior a lo que puede expresar como un simple ser humano que no puede relatarlo con exactitud u objetividad, y que los idiomas humanos no tienen palabras para explicar lo que experimenta. Además, le da muchas vueltas a su comunión no-física con otros exploradores telepáticos (provenientes de otros muchos mundos y especies), a su capacidad de viajar "a través del tiempo y del espacio", a las dificultades en el contacto con civilizaciones que se han desarrollado de forma completamente diferente a lo que pueden comprender los exploradores... Puede ser algo pesado.

Por supuesto, el mayor problema es el que los mayores admiradores del autor se apresuran a recordar y advertir al neófito de la obra stapletiana; Jorge Luis Borges avisa, en un notable prólogo, la difícil literatura que maneja el filósofo, que se interna en berenjenales tan abstractos que un lector poco dedicado no dudará en dejar por imposibles para pasar a las descripciones más concretas, sin que éstas dejen de mostrar la árida objetividad del naturalista por formación, sin adjetivos calificativos que dejen traslucir más que una sorda admiración o un mudo terror ante lo que el narrador observa en su viaje.

¿Por qué recomendarlo, entonces, si es tan rematadamente malo? Bueno, me concentro en lo malo porque, para mi, que tengo una forma de escribir rematadamente mala en comparación con la de O. Stapleton, incluso cuando se lee a este autor tras una traducción al español, la forma no es tan importante como el contenido; por ello, creo que es justo que vosotros, que leéis esto, sepáis a qué os enfrentaréis si decidís leerlo. Por supuesto, lo recomiendo. Y, de nuevo, ¿por qué?

Lo que distingue a un buen escritor de un escritor de best-sellers (salvo, claro está, en las escasas ocasiones en las que un buen escritor llega a vender un libro como un best-seller) es la creatividad, el dar origen a cosas realmente nuevas. Hoy en día, es un poco difícil crear nuevos conceptos con la literatura de ciencia ficción propiamente dicha, porque hay una cantidad suficiente de conocimientos científicos como para que se siga escribiendo este tipo de literatura, pero los temas de la ciencia ficción (space opera, ciencia ficción dura, fantasía épica, cyberpunk...) ya están muy tratados, demasiado desarrollados, excesivamente manoseados.

Olaf, no obstante, escribió su obra cuando Verne era de lo poco que podía considerarse "ciencia ficción"; hablamos del segundo cuarto del siglo veinte. Entonces, el género trataba aún de la energía atómica (subatómica, como la llama Stapleton en Hacedor de Estrellas), los rayos de la muerte, los oficiales haciendo cálculos a mano en sus naves espaciales, ¡no hay mención alguna a la ecología!... el desarrollo tecnológico y social superó con mucho las expectativas de los escritores de la ciencia ficción más "temprana", pero sus resultados no eran (no son), ni de cerca, tan ambiciosos como les habría gustado. No hay mundos artificiales, no hay ciudades flotantes, no hay paz universal. Al menos, aún.

Por todo lo antedicho, creo firmemente que Olaf Stapleton es un hombre importante en el desarrollo de la ciencia ficción, sobre todo gracias a este libro, puesto que introduce conversaciones serias sobre muchos temas que, debidamente tratados y corregidos por lo que los científicos han ido aprendiendo, han cosechado frutos excelsos, a saber, la xenobiología, las aplicaciones prácticas de los poderes psíquicos, el desarrollo de la selección artificial mediante eugenesia (con el tiempo, sustituida por temas más edulcorados como la manipulación genética) y formas tempranas de ingeniería estelar y planetaria (literalmente, Stapleton MUEVE ESTRELLAS, y planetas enteros son convertidos en naves interestelares de exploración e intercambio, e incluso de guerra y exterminio), entre otros, que podrían caer con facilidad tanto en la casilla de "sueños irrealizables" como en la de "posibilidad plausible". Esto puede ser algo pretencioso para quienes hemos crecido con Asimov, para el que la miniaturización de naves del tamaño de ciudades en un tamaño similar al de un yate deportivo era un logro más que notable; pero no es lo más grande de esta novela.

Todo esto tiene, en realidad, una importancia relativa. Hablando desde el desconcertado y fascinado punto de vista descarnado en que se convierte el protagonista, el primero de los exploradores, se contempla la auténtica trama de la historia: la creación de entidades psicológicamente conjuntas. Se ha hablado mucho sobre esto en la ciencia ficción, particularmente a raíz de la maravillosa historia de El Juego de Ender y su secuela, La Voz de los Muertos (ambas, novelas que recomiendo muy encarecidamente) o los "chinches" de Heinlein (de su novela, Starship Troopers, muy diferente de la infame película que robó su historia), que actúan como "mentes enjambre", en las que los individuos son poco más que células descerebradas. Stapleton habla, de hecho, de civilizaciones insectoides en las que los individuos son ciudades enteras, "hormigueros" o "colmenas" con culturas y organizaciones sociales formadas por varias de estas ciudadelas, que comprenden millones de cuerpos individuales. Hay ejemplos de mentes comunales naturales aún más extravagantes, pero no diré más de ellas.

Lo curioso del argumento es que, a lo largo del desarrollo de las civilizaciones que nuestro narrador describe, todas las especies de todos los mundos tienden a pasar por una serie de crisis similares a las que enfrentaba el ser humano, hasta que ocurría el desastre (la extinción) o el milagro. De forma similar a una iluminación progresiva, los mundos "despiertos" nacen de este triunfo continuado sobre las crisis, haciendo que todas las mentes de los individuos que habitan un planeta participen de una consciencia mundial en la que conservan sus identidades individuales. Los planetas despiertos siguen desarrollándose en otro sentido: forman agrupaciones entre ellos o se disponen a eliminar a los que no piensan como ellos. Tras guerras intermundanas de enorme violencia, el conflicto termina en favor de quienes intentan la unión telepática de los mundos, que culminará con toda una red de pensamiento a escala galáctica. Y así, sucesivamente. No me preguntéis más.

Las terribles conclusiones a las que el filósofo llega son muy duras, pero es que las preguntas tampoco son precisamente de baja cuna: ¿existe un Dios?, ¿podemos participar de Su Ser?, ¿qué es la conciencia?, ¿qué es lo correcto y lo incorrecto?, ¿sirve de algo lo que intentamos?, ¿desapareceremos sin remedio? Y, así sucesivamente. El Hacedor de Estrellas (Dios como creador y artista de todo lo que existe) es la meta final de este viaje que tiene poco de autodescubrimiento, pero mucho (tal vez demasiado) de cosmogonía y mito universal, aunque carente de todo tinte religioso.

Lo que me desagrada de esta novela no es su general vanidad y voluntariosa (a veces, gratuita) necesidad de llevarlo todo a un nuevo nivel, sino la extraña aceptación y resignación (muy cristianas) con la que las especies "pacifistas" de las que habla Stapleton en Hacedor de Estrellas aceptan su caída y final conforme el cosmos creado va degenerando y perdiendo toda su energía física (curioso pensar que, a pesar de lo relativamente primitivo del pensamiento astrofísico al respecto en su época, Stapleton dio con una serie de explicaciones bastante ingeniosas, aunque algo peregrinas, para la degeneración cósmica de nuestro universo), ante la atenta e inactiva mirada del Hacedor. Todo se vuelve muy espiritual, muy profundo, pero no da auténticas soluciones a las crisis del mundo en el que vivía, a la sombra de una guerra mundial. Tan sólo un consejo para la Humanidad, que podría resumirse en "por ahí fuera, las cosas van a ponerse interesantes; ¿vamos a permitirnos el lujo de autoexterminarnos y perdérnoslo?"; no es que desprecie el consejo, pero he visto reflexiones más convincentes.

Por otro lado, Stapleton resuelve sus propios enigmas, que va colgando a lo largo de su historia como focos, con autorrespuestas bastante extravagantes o muy ingeniosas, pero emplea más la imaginación que la ciencia para resolverlos, y la filosofía más que ambas. No es que me queje, muchos escritores de ciencia ficción ya lo han hecho antes, aunque me sorprende y descoloca bastante encontrar algo así en un libro. Desde luego, era imposible hacerlo de cualquier otra forma, pero... en fin, esperaba algo diferente. No sé lo que esperaba, pero esto no. Y, aún y así, no me ha decepcionado; sólo me ha sorprendido.

Sin embargo, Hacedor de Estrellas es una novela extraordinaria (o un ensayo, o lo que queráis), tanto por su extraordinaria voluntad de trasladar a las estrellas las emociones y el pensamiento de un mundo que temblaba ante los ya cercanos pasos de ese cíclope llamado fascismo, como por su sorprendente trama argumental, su abierta visión del cosmos y su filosofía vital.

Desde el punto de vista de la ciencia ficción, bueno... Arthur C. Clarke diría de Hacedor de Estrellas: "Probablemente, la más poderosa obra de la imaginación de todos los tiempos". Los hay que dirán que, más que una novela, es una enorme paja mental escrita y aprisionada en las cubiertas duras de un librito negro. Bueno. A esos individuos, les recomiendo que no se dediquen a la filosofía, a la ciencia ficción o a respirar, ya que estamos. Que bastante CO2 hay ya en el aire.


VEREDICTO: Si os gusta la Ciencia Ficción y/o queréis probar algo diferente en vuestros hábitos literarios, coged este librito. Un problema clave: aboga por el diseño inteligente, aunque al diseño inteligente no le importe una mierda nuestra existencia. Un punto fuerte clave: es extraordinaria la forma en que el autor pone las cosas desde el punto de vista de especies alienígenas y sus civilizaciones. Resumen: Spore, Dios y Hacedor de estrellas; sólo me falta creer en uno de ellos para creerme la Teoría de Diseño Inteligente*; ¿cuál es?


OPINÓ: Javier López


*Pista: no va a ocurrir.



sábado, 15 de noviembre de 2008

PULP FICTION

TAL VEZ YO SEA LA TIRANÍA DE LOS HOMBRES MALOS... ¡Bienvenidos a nuestro Blog de crítica, que intentaremos mantener vivo con asiduidad a partir de ahora con un flujo constante y sonante de comentarios, críticas y opiniones sobre temas tan diversos como el cine, la literatura, la música o cualquier cosa que nos interese en ese momento. Básicamente, estamos aquí porque, a veces, encontramos cosas soprendentes y, a menudo, meritorias, que reciben menos atención de la que creemos que deberían tener. Por esto mismo, escribiremos sobre ellas.

En primer lugar, queríamos escribir sobre una película; como todos sabemos, Quentin Tarantino es un director de cine muy famoso, muy seguido y admirado e igualmente criticado, pero su Pulp Fiction es algo más que una película o una obra de arte. Es una expresión soterrada de sus opiniones, sus deseos, sus gustos y sus manías, que disfraza y confunde hábilmente.

Lo cual, por cierto, se aplica a cualquier obra de arte que encontréis. No me hagáis caso.

Sin embargo, también queríamos empezar con Tarantino (y, específicamente, por Pulp Fiction) porque su obra resulta grotesca, pero atractiva, desde el sanguinario y cruel punto de vista de sus guiones y de su trabajo de dirección (el punto de vista que, gracias a su talento, llega a las pantallas para dejarnos clavados en el sillón, a veces con ansias asesinas y a veces con ganas de ir al baño urgentemente).

Es sutil, y basto; es confuso, pero directo; puede ser tan coherente como un suelo de baldosas blancas y negras, de esas que simulan la disposición de casillas de un tablero de ajedrez, y a un tiempo tan impredecible como que te masacren mientras sales del baño, tan feliz. Tarantino sabe hacer eso. Carecerá de otras cosas, pero hay que concederle la habilidad de atraerte a su terreno, un terreno horrible en el que el caos, Dios y la suerte juegan a los dados, y casi nunca gana ninguno.

Así que, he aquí nuestro homenaje. Habrá mejores películas, mejores directores e incluso mejores personas, pero empezamos por aquí la labor crítica de nuestro blog. Por algo lleva el apellido de Tarantino, ¿no os parece?

(PD: Si alguien tiene intención de ver la película, por el amor de Zed, vedla antes de leer esta crítica... o nos detestaréis amargamente el resto de nuestros días.)




PULP FICTION

MICROFICHA:
DIRECTOR. Quentin Tarantino
INTÉRPRETES. John Travolta, Samuel L. Jackson, Uma Thurman, Bruce Willis, Harvey Keitel, Tim Roth, Amanda Plummer, Maria de Medeiros, Ving Rhames, Eric Stoltz, Rosanna Arquette, Christopher Walken.
IDIOMA ORIGINAL. Inglés (americano)
GUIÓN. Quentin Tarantino, Roger Avary.
FECHA DE PRESENTACIÓN: 23 de septiembre de 1994, Cannes.
DURACIÓN: 154 minutos.

TRABAJO DE DIRECCIÓN. Si la vida fuera la película, el director serían las escenas que escogeríamos para verla en nuestro recuerdo o nuestra imaginación. Acotamos las distancias, regulamos la altura y los movimientos. Así es como funciona para que un beso parezca un beso y no un roce estúpido y sin pasión. Para mí Quentin Tarantino es la clase de director que no necesita de helicópteros y humo para hacer sentir dolor, pasión, ira, miedo o suspense. Eso es lo que hace de él un magnífico director y de su Pulp Fiction una obra maestra.

La conversación entre Marsellus Wallace y Butch desde los hombros del primero se ve desde los ojos del primero durante todo el diálogo. Podemos ver a Bruce Willis completamente quieto, sin decir absolutamente nada y con una calma bastante inexpresiva, atontada o permisiva. Como público, la imagen consiguió centrarme en la mirada del silencio generado por la propia escena. ¿Quién eres, el mandante o el mandado? La contraposición de sentimientos, el misterio de oír pero no ver, de ver pero no oír se vuelve a repetir de una forma un poco más delicada en el monólogo del “reloj de la familia” o “el reloj ermitaño”, y creo que es el tono que caracteriza la mayor parte del film. Veamos, Mia pendiente de los videos de su casa desde una supuesta sala de control en la que ella es la única guardia de seguridad, los contrapicados en el momento álgido de tensión a la hora de disparar a Brett casi al inicio de la película o en el coche con el que llega el Señor Lobo a solucionar problemas. ¿Qué es ella?¿Paranoica o excéntrica? ¿Quiénes nosotros?¿Brett o los asesinos a sueldo? Nadie y todos encuentran su lugar en este tipo de presentaciones.

Una pieza más en este montaje sería la humanización de los personajes por métodos narrativos del cine. De hecho, nadie se libra de su plano de cuerpo entero- el plano genuinamente humano, después de todo- paralelo al suelo. Marsellus acaba así su misticismo cruzando una acera con el maletín que contiene los diamantes que se robarán en Reservoir dogs, Vincent termina sus días así frente al baño y Mia caminando al baño para “empolvarse la nariz”. No obstante, no quiero que parezca que el plano medio es un recurso clavado con profundidad en la dirección de este director. De hecho, la riqueza de planos es algo que acompaña constantemente a su forma de presentar la acción, sobre todo los rostros que la protagonizan: asesinando a Brett, el recepcionista que atrapa a Butch y a Marsellus, las tomas de los conductores dialogantes, triunfales después del trabajo, o a Vincent bajo los efectos de la heroína. El retrato de la vida y los desencuentros de forma más exagerada, de forma más auténtica, pues no hay ficción que pueda alcanzar la realidad en su cantidad de posibilidades o deformaciones.

Y es que todas las piezas encajan porque han sido encajadas con premeditación, como el curioso montaje de escenas entrelazadas. Diría que es más que un rompecabezas una historia. Quentin quiere que unas cosas vayan antes y otras después y quiere causar una sensación determinada. Puede que la línea sea más bien una intersección de sentimientos alterados por la acción ininterrumpida, constante, impredecible. Todos son actores de un drama en el que se combina la tragedia con el romance, el peligro y la salvación. La vida comienza con una aventura de los ladrones de restaurantes, de dos enamorados advenedizos que ni siquiera saben dónde se meten, sólo quieren probar; acaba (podemos decir que es un final para la película, no para la vida) con la tranquilidad que otorga la experiencia, esa especie de fe resucitada y la esperanza en algo más allá.

OPINÓ: Carlos Naval.

GUIÓN Y ARGUMENTO. ¿Cuántas veces he debido ver esta película? Ya ni lo recuerdo, pero puedo decir que han sido muchas y que todavía no he conseguido terminar de entenderla.

Esto es algo fundamental, nadie (y quiero decir nadie) te podrá decir que la ha entendido a la perfección con sólo verla una vez, porque, entonces, no sería una obra maestra, no tendría el argumento realmente extraño que tiene.

Es difícil saber cuándo empieza o cuando termina la película; en realidad, podría decirse que no hace ni una cosa ni otra. Se trata de un argumento dividido en una estructura episódica cuyo resultado es un magnífico desarrollo, bien definido pero con múltiples saltos en la acción, en cuyo seno se van entremezclando historias que desembocan en el mismo punto donde empieza el filme propiamente dicho: en la escena de la cafetería, desarrollada al principio y al final de la obra.

Este es un detalle importante, pues si somos un poco observadores repararemos en que la escena del final es la inicial, ya que Vincent y Jules aparecen con los bermudas y camisetas sentados en la cafetería "después" de que tuviera lugar el episodio en el que recuperan el maletín de Marsellus y Vincent, "después" de que se le disparara la pistola en el coche y "después" de la Situación Bonnie. Es, pues, el punto de inflexión de la película, pero sólo cuando ésta ya se ha desarrollado a su alrededor; mención aparte merece el episodio de la Historia del Reloj, que puede considerarse una prolongación de todas las demás hitorias. Pero, a pesar de que puede ser un poco confuso para el cinéfilo primerizo, para no descuartizar la película es recomendable no unir escenas para que éstas queden ordenadas cronológicamente. Sólo haría que la historia fuera pírricamente más comprensible.

Por todo ello, a continuación veréis una relación de las cuatro grandes historias de la película tal y como aparecen en la película; salvo por la ya mencionada escena del restaurante, que se explicará en último lugar.


Vincent Vega y la esposa de Marsellus Wallace: Vicent Vega, uno de los matones protagonistas, un "favorito" de su jefe. Mientras le da su encargo, en el bar en el que comienza este capítulo de la película, está claro que se aprecian (aunque nunca llegamos a oír la conversación que mantienen).

Antes de este capítulo, Vega y Jules aparecen hablando sobre el encargo que Marsellus le ha encomendado a Vega: tiene que hacerse cargo de Mia (esposa de Marsellus, su muy peligroso y poco razonable jefe) y de su entretenimiento durante una única noche. Ambos recurren alegremente a las drogas en este episodio, tanto para soltarse en su conversación como para progresar en la historia propiamente dicha, puesto que, tras una tranquila y seductora velada en un bonito restaurante con imitadores de personalidades del cine americano, ya en la residencia Wallace, Vincent sale del baño (tras intentar convencerse de que no quiere llegar a nada con la sra. Wallace) para encontrarse con Mia en el suelo del salón, con la cara manchada de espumarajos y sangre de su nariz; no creo que Vega sea consciente de ello, pero Mia se ha intentado esnifar la heroína que lleva el matón en su abrigo, creyendo que es cocaína. Desesperado, Vega mete la directa y, sin importarle mucho lo que éste le diga, va a casa de su camello de preferencia para buscar ayuda. Tras unos minutos de crisis nerviosa, angustia y confusión, Mia es salvada por muy poco. Entre ellos, se crea un acuerdo bastante firme y tácito de no revelar nada al celoso Marsellus.

Un par de detalles: Vega y Butch se cruzan en esa misma escena, con malos resultados, que germinarán y darán fruto algún tiempo después; a propósito de Butch, esta historia comienza con la entrevista que éste mantiene con Marsellus acerca de los sucesos que acaecerán en la historia del reloj; y, durante casi todo el episodio, Vega y Mia están colocados, sea con drogas fumadas, esnifadas o inyectadas.


La historia del reloj. Butch es un hombre orgulloso, y tal vez inmisericorde con sus enemigos; de manera que, cuando Marsellus Wallace le da un consejo que, según el jefe del hampa, "agradecerá", no puede imaginar hasta qué punto le perjudicará decirle "Notarás un pinchazo en la garganta... será el orgullo, que intenta joderte."

Este relato de un boxeador veterano, cuyos mejores momentos han pasado, comienza de hecho en la escena del bar ya mencionada, en su parlamento con Marsellus, quien le ofrece una gran cantidad de dinero a cambio de dejarse ganar en su última gran pelea. Butch acepta. Seguidamente, traza un plan con su representante, que ofrece a todos los corredores de apuestas un desafío que estos no rechazan, seguros de su victoria apostando al contrincante de Butch; al final, Butch machaca, literalmente, a su oponente, y, siguiendo su plan, huye en taxi de su apartamento (buena escena, por cierto, con la morbosa Esmarelda como conductora, por la que se entera de que su oponente está muerto) para reunirse con su pareja, una chica francoamericana llamada Fabienne, en un apartado Motel. Por desgracia, Fabienne ha olvidado la reliquia familiar más preciada de Butch, un reloj que poseyeron tres antepasados del boxeador, los tres soldados, que vieron tres guerras diferentes con él.

Enfurecido y rabioso, Butch corre a por el reloj, pero se encuentra con una semiautomática en su casa. Vincent Vega sale del baño mientras él tiene el arma en sus manos y aquí llega el momento de recoger los frutos mencionados antes.

Tras acribillar al matón de Marsellus, Butch limpia el arma y se marcha, casi feliz, de su apartamento. Ya está conduciendo para reunirse con Fabienne cuando descubre a un Marsellus transeúnte, al que trata de atropellar. Si bien no logra acabar con él y sufre un accidente al chocar con otro vehículo, Butch logra reducir a su perseguidor en una tienda de empeños, y se dispone a matarle cuando el dependiente le encañona y deja sin sentido. Tras esto, les lleva a la trastienda, donde él y un amigo suyo, Zed, cogen a Marsellus y comienzan a maltratarle y violarle, pero Butch, mientras sus captores están ocupados, logra soltarse y, aunque se plantea huir, se lo piensa mejor. Se da una de las escenas más divertidas de la película, mientras Butch registra la tienda en busca de armas; sus elecciones son marcadamente Tarantino-stile. Finalmente, vuelve a la trastienda, se deshace de uno de los hombres y deja que Marsellus se encargue del otro; esto le deja una cierta deuda por pagar a Marsellus, que sólo puede pagar dejando escapar a Butch, con la intención de alejarle a él y a lo que se convertirá en su "secreto" de Los Ángeles.

Butch, verdaderamente liberado y deseando huir, escapa con Fabienne en la Chopper de Zed, mientras le dice a su chica: "Zed está muerto, nena. Así está."


La Situación Bonnie. Tras masacrar a dos de los ex-socios de Marsellus en un lucrativo negocio, que parecían estar a punto de traicionar a su jefe, Jules y Vincent son tiroteados sin éxito por un tercero, que recibe varios disparos de ambos hombres; Jules, sorprendido por la increíble coincidencia que supone su supervivencia ante un arma disparada tan a bocajarro y tantas veces, lo interpreta como una intervención divina y afirma que va a dejar su "oficio".

Mientras van en coche discuten la naturaleza divina o mundana de lo sucedido junto al cuarto de los ex-socios de Marsellus, Marvin, el soplón que le ha avisado de las intenciones de sus compañeros; en un momento sorprendente, Vincent se vuelve con la pistola en la mano y le pregunta a Marvin qué opina... justo antes de pegarle un tiro en la cara, aparentemente por accidente. Jules, agitado y furibundo ante la perspectiva de llevar un coche completamente revestido de sangre por dentro, llama a un viejo amigo suyo que vive en las proximidades. Jimmy, el amigo de Jules, les acoge, pero su esposa llegará en cualquier momento y no sabe nada de su pasado criminal, así que no quiere ayudarles; sin embargo, Jules le pide paciencia, y dejan el coche en el garaje de la casa mientras llama a Marsellus, pidiéndole que envíe ayuda.

Marsellus envía al Señor Lobo.

Elegante, mordaz, brusco y brillante, Winston Wolf (sr. Lobo) da instrucciones precisas y rápidas a los dos asesinos a sueldo mientras comenta con Jimmy los detalles; al cabo de media hora, todos los problemas están resueltos, con el coche camuflado y limpio en un desguace de confianza, las ropas pringadas de sangre se han intercambiado por unas ridículas bermudas y camisetas y ambos asesinos se quedan a cierta distancia de cualquier punto de importancia en Los Ángeles. Pero han salido de la Situación Bonnie.


El restaurante Hawthorne Grill. Principio y final de la obra de Tarantino, el restaurante alberga a dos parejas singulares. La pareja de Pumkin y Honey Bunny, la pareja de jóvenes y creativos atracadores que se quieren con locura, se plantean qué hacer con sus vidas de robos y atracos, con lo mal que va el "negocio". Conversan brevemente...

Y Pumpkin llega a la conclusión de que atracar restaurantes es un buen negocio. Honey Bunny secunda esa opinión, entusiasmada, y acuerdan empezar a trabajar. Sacan las pistolas y... empieza la película.

Mientras, en una mesa no muy lejana, un par de tipos con bermudas y camisetas, que parecen completamente fuera de lugar, están hablando seriamente acerca de teología aplicada, filosofías vitales y lo sucio que es el cerdo, no necesariamente por ese orden. Uno de ellos se va al baño, mientras que otro se queda en su mesa; los jóvenes y alocados atracadores le cogen justo en esas circunstancias, desayunando tranquilamente. No voy a fastidiaros el clímax de la película. Sé que ya os hemos reventado toda el resto del argumento (como corresponde a este apartado, por supuesto), pero esta escena es un final interesante para ser de Tarantino. No diré más al respecto.


Y, una vez he dicho todo lo que quiero decir de la difícil trama de este peliculón, podéis preguntaros... ¿Pero qué significa esto? La estructura episódica, a pesar de estar desordenada encaja a la perfección, como si de un puzle se tratara, y va más allá de ser una típica película de matones en la que los malos siempre pierden y los buenos son los mejores; es lo que podríamos llamar un "modelo Tarantino". Todo el argumento en sí es una crítica y un homenaje al pueblo norteamericano, a sus costumbres, a su cultura... a su precioso "American Way of Life", con toda su libertad, su oportunidad y, ante el fracaso o siquiera la casualidad (que bien puede interpretarse como Dios, que diría Jules, en Pulp Fiction), la más fría de las crueldades. Los fast-food, los restaurantes temáticos, los matones, el sexo, las drogas... dando a la película resueltos e inesperados giros que te cogen completamente desprevenido (¡casualidad, divina casualidad!) y pocos son los momentos de auténtica tranquilidad. Dentro de este homenaje general, también podemos encontrar casos concretos de personajes de la cultura americana que van desde Douglas Sirk a Marilyn Monroe, que sirven en el restaurante temático al que Mia va a cenar con Vincent. Y tantos otros guiños y golpes que, juntos, dan un panorama simultáneamente desolador e hilarante, a un tiempo que humano en el sentido que Quentin Tarantino da a sus películas (el peor sentido de la palabra "humano").

OPINÓ: Borja Oliván.



PERSONAJES. Lo curioso de Tarantino es que convierte la casualidad en cine. No se trata sólo de que mueva los hilos de sus películas de forma aparentemente aleatoria, sino que sea capaz de dirigirlos luego de un modo coherente, al tiempo que parecen absurdos y descoyuntados. Cosas curiosas que se demuestran en los personajes (protagonistas o no) de Pulp Fiction. En esta película, los personajes tienen un comportamiento ligeramente carente de realismo; tal vez por ello resulten un tanto auténticos, pero los únicos personajes que aparentan lo que se vería en el mundo real son los de "usar y tirar", personajes como los sádicos de la tienda de empeños o los traidores que intentan estafar a Marsellus. En esencia, son tipos que se explican a sí mismos por lo asustados que están frente a los personajes fríos, desapasionados y convincentes que son los protagonistas o por lo terriblemente perversos que resultan; son humanos, pero humanos que viven al límite.

Los protagonistas auténticos de esta película, por otro lado, no son así; son resultado de una cuidadosa ingeniería combinada, resultado de lo que consiguen Quentin Tarantino y sus actores cuando trabajan juntos.

Vincent Vega es un ejemplo de esto. Muere en esta película. Sufre en esta película. Se cabrea, se coloca, se caga, se carga a la gente, y todo ello lo hace al tiempo de parecer un personaje que, sin llegar a ser humano, es realmente auténtico. Así son los personajes en el cine de Tarantino: son AUTÉNTICOS. Más que reales, más que coherentes, son personajes con una personalidad que supera la realidad del mundo, individuos con sentimientos incrementados o directamente inexistentes.

A veces antinaturales, como el frío Marsellus; a veces, en un autodescubrimiento, como el iniciado en los asesinatos Butch (Bruce Willis es un actor de primera en esta película, por cierto); y, por encima de todo, en una carencia absoluta de sentimientos, o, al menos, de expresión en ese sentido... salvo, y he aquí la parte interesante de la película en lo tocante a los actores, cuando lo hacen de un modo superficial y frívolo (cuando Mia Wallace y Vincent están absolutamente drogados, en el restaurante, o cuando Jules y Vincent hablan, relajados, en el bar, tras haber escapado de la "Situación con Bonnie"), o cuando están metidos hasta los codos en ese choque caótico que es la vida criminal, el guión en el que Tarantino les hace darse de bruces con errores garrafales, accidentes o casualidades (detalle interesante en este aspecto, la únicas escenas en las que Travolta y Willis se encuentran juntos en la misma escena, uno insulta al otro y el otro mata al primero, respectivamente; ¿hay algo más humano que la venganza posibilitada por la realidad... y la casualidad?).

Una breve relación de los personajes es de rigor; aunque advierto con tiempo al lector que no será posible, ni por un momento, alcanzar la auténtica profundidad de sus psiques.

Vincent Vega, interpretado por John Travolta, es un asesino frío, maleducado y drogadicto, pero de fiar (para ser un delincuente) y bastante orgulloso; incluso en la presencia del brillante Sr. Lobo, se muestra mordaz y bastante poco comedido, puesto que considera que "se le pone bajo mucha presión" (y obviando el hecho de que la situación es, directamente, responsabilidad suya). Es duro decirlo, pero hasta él tiene sus emociones, más allá de su afectación y su orgullo (y sus drogas), que suele mantener lejos de él.

Jules Winnfield es un tipo aún más malhablado que Vega, pero también es sensible a las sorpresas, y su sarcasmo y personalidad son una misma cosa cuando se trata de trabajo. Es un hombre que muchos llamarían frío, a pesar de sus arranques de rabia, pues siempre mantiene la cabeza en su sitio, mientras que otros le definirían como sensato (para ser una pistola de alquiler) y otros le llamarían, sencillamente, duro. La costumbre de recitar un pasaje de la Biblia (bastante modificado, por cierto) cada vez que mata a alguien podría ser, a medias, una reminiscencia religiosa y un hábito defensivo, para negarse el hecho de que mata gente, pero no es probable, ya que es capaz de ver morir a alguien por accidente y bromear sobre el asunto sin ningún problema. De todos modos, este singular individuo sin culpabilidad es rígido en su decisión de abandonar el "negocio" cuando se produce el soprendente evento en casa de Marvin. Un excelente Samuel L. Jackson juega el papel de Jules, el "¿santón?", que merece una entrada por sí mismo.

Butch Kullich, más conocido en el mundo real como Bruce Willis, es un puño cerrado, un tipo duro donde los haya, un soldado duro, hijo de soldados duros, nieto de soldados duros; es un hombre con una especie de honor retorcido, pero generoso y muy emotivo con Fabienne, la chica francoamericana (no muy inteligente) con la que comparte su vida. Este boxeador casi acabado se enfrenta a la difícil decisión de abandonar su carrera, en contra de su orgullo, para retirarse con un pellizco notable a cambio de su "orgullo"... que no le basta. Paradójicamente, es de los pocos no delincuentes en la película... y es el que termina matando a más gente a lo largo de ella.

Mia Wallace es una mujer etérea, tan drogadicta o más que Vincent, pero mucho más infantil y mimada... y, a la vez, da la impresión de haber viajado, de haber visto mundo, siempre protegida y a la vez siempre expuesta de forma voluntaria. No obstante, Uma Thurman (morena, por cierto) es capaz de darle una complejidad interesante a la señora Wallace, que pasa del cielo del flipe cocainómano al infierno de la sobredosis y, de ahí, al no mejor purgatorio de la supervivencia. Por suerte para ella y para el matón de Marsellus, su pacto de silencio les permite eliminar ese pasaje concreto de sus vidas. Maravillosa Thurman, en todo caso, que no necesita formas arrebatadoras para ser seductora, incluso femme fatale, y perfectamente casual a la vez, casual y simpática (mientras habla de gente a la que su marido ha tirado por el balcón de su casa).

Marsellus Wallace: orgulloso, duro de pelar... un "machote" que se siente (literalmente) violado cuando tiene que sufrir las vejaciones a las que le someten los sádicos de la tienda de música, y que se convierte en una gélida bestia asesina cuando a Butch se le ocurre liberarle. Y, de hecho, aunque se comporta de un modo "razonable" con Butch, sigue siendo también un hombre temeroso de su reputación (mala reputación)... y, como todos los demás, es una víctima del más sádico de todos los personajes, de Quentin Tarantino, director y torturador, a través de la coincidencia, el desastre y la cagada local y general, de todos los personajes.

OPINÓ: Javier López.


... PERO TE ASEGURO QUE INTENTO SER EL PASTOR, RINGO. Esto es todo por ahora, pero esperamos que volváis por aquí para dejar vuestras sugerencias. Sabemos que esto no es (en absoluto) una crítica de la misma calidad que la de un profesional. La nuestra es mejor. Y no sólo porque no tenga comentarios para el sonido, la fotografía o el atrezzo, sino porque Tarantino, no lo necesita.

Tarantino no es una marca de moda. No sé cómo lo veréis, pero no necesita presentación.

FIRMADO: Los implicados.